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Julio 2023
Una newsletter propia


 
Orgullo (prejuicio y perjuicio)

Egoístamente, hay artículos que, en el año 2023, preferiría no tener que escribir. Este es uno de ellos. Preferiría no tener que contener el aliento cada vez que, como mujer que se vive en y desde su libertad de elección sexual, en este país nos enfrentamos a eso que no hace tanto tiempo, celebrábamos como la “fiesta de la democracia”.

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Nací en el año 1974, cuando una dictadura, de cuyo nombre no me quiero acordar, aún estaba vigente. Soy, si me lo permiten, una hija de aquellos aires de democracia y libertad que empezaban a soplar por los puntos cardinales de esta España nuestra, cuya bandera ondea hoy más allá de la apropiación -o expropiación- ideológica.

Me honra decir que, de aquella dictadura, solo conozco lo que recogen los ríos de tinta que nutren nuestra Historia y lo que me contaron algunos y algunas de mis “mayores”.

Soy orgullosa hija de la democracia, de la Constitución española y firme creyente de la declaración de derechos humanos como valores fundamentales e incuestionables pilares de convivencia.

Creo en otros mandatos supranacionales como la Agenda 2030 de las Naciones Unidas, que sugiere una hoja de ruta para que, en un mundo no tan lejano, usted y yo tengamos cabida; con independencia de nuestra libre elección de con quién nos acostamos o dejamos de acostarnos. Con independencia, incluso, de si deseo -o no- ser y sentirme libre para “formalizar” este Amor que, hasta ahora, me he permitido vivir en libertad. Y del que no he dado más cuentas que las que debo a mi conciencia. Con independencia de si decido -o no- expresar, con Orgullo, mi libertad sexual y vivirme sin miedo.

Como mujer que se profesa libre para amar a quien literalmente le dé la gana, hoy, me siento más cuestionada que hace unos años. Más temerosa. Y un poco, al borde de la urna.

Miren, a mis casi 49 canas, me honra pagar “religiosamente” mis impuestos porque, como ciudadana, tengo y asumo mis obligaciones. No quieran cuestionar mis derechos, háganme el favor.

Al abrazo y el calor de esa bandera LGTBIQ+ que, muchos y muchas se afanan en descolgar, me pregunto hoy por qué, a según quién, le ofende mi libertad. Por qué hay quienes viven con miedo, rechazo y recelo mi libre decisión de Amar. Por qué, como mujer, que mantiene un vínculo con alguien de su mismo sexo, tengo hoy que sentir(me) con miedo…

Se me encogen el corazón y las vísceras cuando pienso que hay quienes creen que, de Amor, tienen que decir más que yo. O lo que es peor: decir por mí.

Y créanme que, en el caso de quien suscribe estas líneas, Amor es palabra mayúscula. Como lo es la Libertad sexual. Y la libre decisión de Elegir (otra vez con mayúscula) con quién me vinculo, con quién me comparto íntimamente o con quién decido sellar ese Amor que solo a uno, una, une… le concierne.

Hay decisiones, como hay Elecciones, que ensombrecerán nuestras vidas. O que, por el contrario, nos permitirán seguir avanzando por la senda de esa humanidad que requiere amplitud de miras y la consolidación de un sistema democrático, constitucional y constitucionalista más fuerte y luminoso que nunca.

Como Federico García Lorca y su “Mariana Pineda”, “en la bandera de la libertad, bordé el amor más grande de mi vida”. Dejen, por favor, que, libremente, siga ondeando.

Raquel Paiz
Edita: Centro Igualdad Trece Rosas.
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