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Mujeres que hacen historia
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Como los hombres, las mujeres representamos el 50% de los humanos que habitamos este Planeta. ¿Y qué quieren que les diga? Podemos representar a la mitad de la población, pero, a día de hoy, en el siglo XXI, creo que seguimos conformando esa inmensa minoría por la que hay que seguir reivindicando y por la que hay que seguir velando. |
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Sí. Miren.
Todavía hoy, hay que seguir velando -y observando con actitud de vigilancia y cierto inconformismo- para que, aunque sea a golpe de normativa y legislación, las mujeres -el 50% de la población- tengo acceso a puestos de representatividad y toma de decisiones en todos los ámbitos de la sociedad. O lo que es lo mismo, para que las mujeres, tengamos visibilidad y presencia en el centro neurálgico del poder, o más bien de los poderes. De los poderes gubernamentales, políticos, económicos, académicos, sociales…
Tenemos que seguir exigiendo para que nadie cuestione la necesidad de trabajar para “empoderarnos”. Porque, aunque haya sectores a los que el término “empoderar” les resulte ya rancio, manido y un tanto aborrecible; lo cierto es que tanta aversión responde solo al temor a ceder parcelas de ese poder que históricamente ha detentado la otra mitad de la población que no somos precisamente las mujeres.
Y eso es lo que chirría al sector crítico del feminismo y de la lucha contra la igualdad real y efectiva: el miedo a renunciar a una imprecisa -pero sobrevalorada- esfera de poder(es).
Son algunas de las conclusiones que obtengo escuchando y leyendo a mujeres como Amelia Valcárcel, Cándida Martínez y tantas otras que, día a día, hacen historia, abriendo paso a mujeres y hombres que abogan por la igualdad.
¿Saben?
Me da la sensación de que, si nadie tuviera miedo a perder su poder o su status quo, no habría que seguir luchando por “empoderar a mujeres y niñas”. Y entre todos y todas estaríamos contribuyendo a crear las bases de una sociedad de iguales, con capacidad para hablarse de “tú a tú”, mirándose a los ojos y entonando un único idioma: el de la paz.
Hablar de paz, como afirma Cándida Martínez, es hablar también de igualdad porque sin igualdad ni hay ni habrá espacio para la paz.
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